5 montañas a pelo. ¿Compensa? (5)

Cruzando una cantera de pizarra, a 1 hora de Peña Survia o Peña Trevinca Norte

En San Pedro de Trones, a escasos kilómetros de Puente de Domingo Flórez, vivaqueé como pude hasta las 6 de la mañana. Las primeras horas de la noche sobre un seto que rodea una de las iglesias del pueblo y, las posteriores, más frías, debajo de la alfombra sintética que había en la entrada de otro lugar de culto, en el centro del poblado minero, más refinado y burgués que el primero.
No madrugué demasiado porque sabía de antemano que las canteras de pizarra me cortarían el paso en algún lugar, como, al final, así fue. Sin frontal sería una locura avanzar sobre el peligroso terreno, lleno de pistas cortadas, terraplenes formados por escombros y  agujeros con  explosivos listos para detonar en cualquier momento, como el que hay en la izquierda, en el bloque de pizarra.
Una vez que me puse en marcha, no encontré agua. Y la cuesta era empinada y muy larga. Así que me decidí a entrar en una nave para pedirla.
El ruido era ensordecedor y nadie trabajaba con mascarilla a pesar de los nocivos efectos de la silicosis. Quizás nadie se protegía porque simplemente se conformaban con sobrevivir ese día. Sus caras denotaban que la jornada acababa de empezar cuando, afuera, aún era de noche. Ocho horas dentro de una fría nave, atados al imparable y constante movimiento de la cadena. Y digo atados porque solo vi una mujer manipulando el oro negro arrancado de la montaña a golpe de cañonazos. Ocho horas seguidas desgajando finas y negras láminas mientras en sus cabezas se retorcían los problemas o los sueños.
Después de salir de la nave, mientras continuaba flanqueando la ladera para alcanzar el hombro, me pregunté nuevamente si compensaba triturar de esa manera la montaña y atarse a la cadena.  

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